La música presenta mucho interés para casi todo el mundo, precisamente porque representa la condición ideal y perfecta del arte, por ese carácter asemántico que tiene, no expresa contenidos visibles sino más bien emotivos.
Frecuentemente los estudiantes de música, y los que nos dedicamos a generar sonidos, en cualquiera de sus distintas ramas, y encausarlos a través de los sentimientos, solemos tener una carga ideológica en nuestro arte que dependiendo cómo se enfoque, puede actuar en nuestro favor, o en nuestra contra.
El idealismo desde su parte más moral consiste en consagrarse a una causa, a un ideal. Sabemos por medio de la historia con el movimiento obrero que en muchos países del mundo se han consagrado hasta el sacrificio de sus vidas por un ideal moral.
Podríamos admitir que es algo que viene integrado a nuestro espíritu guerrero y aguerrido que nos exige ser diferente y llevar la contraria al stablishment. Puede que más allá de cualquier conjetura debatible este tópico tenga un origen más filosófico. El idealismo como corriente filosófica parte del “yo”, el “sujeto”, la “conciencia”, en lugar de partir de las llamadas “cosas exteriores”; y tiene un sentido racionalista y otro sentido plenamente irracionalista. Esto podría explicar de una forma relativamente clara el porque de muchas actitudes departe de los músicos. Otra forma en la que podría venir su origen radica en la predisposición adquirida, por lo general en los años de la pubertad y adolescencia, ya que en ésta edad los jóvenes buscan medios de expresión y de comunicación diferentes a los que ya estaban acostumbrados; esto podría darnos una idea de cómo se vuelven idealistas en términos musicales. Si a un padre, tío, primo, amigo le gusta determinado tipo de música, y éste piensa que es la mejor música del mundo y lo demás no vale la pena escucharlo, probablemente la figura de autoridad intelectual que ejerce sobre el joven será demasiado fuerte para influirlo de una manera exponencial. Otra forma también es el entorno familiar en que se desenvuelve el joven músico, por ejemplo si sus padres fueron músicos o gente que se dedicaba al arte, pues probablemente éste también siga por el mismo camino. O también los medios de comunicación, pero éstos tienen un peso menor que las figuras emblemáticas dentro de la vida del joven músico.
Retomando el concepto del idealismo irracionalista aplicaremos lo siguiente: lo real es lo subjetivo. Éste nos puede conducir a un mero recreo y a un escapar a la vida, viviendo cada hombre en su universo privado musical, o bien encuentra la “objetividad” en la universalidad del sentimiento. Desde un segundo análisis, éste se convierte en un órgano de percepción a través del cual podemos llegar a verdades últimas a las que no podía acceder la razón.
¿Cuál es el punto al que quiero llegar? Pues es muy bien sabido que dentro del medio musical, los músicos tendemos a ser exageradamente idealistas del plano irracional y muy poco prácticos, por la naturaleza misma del arte y/o por predisposición adquirida como manifestaba anteriormente. Ésta situación genera muchas veces dificultades al tratar de integrarse de lleno a la industria musical o al tratar de lidiar con ella; genera profesionales frustrados y estudiantes incomprendidos. Mi intención tampoco es voltear la tortilla y decir que nos tenemos que volver racionales, pragmáticos, objetivos; ponernos saco y corbata y cambiar nuestra guitarra por un portafolio, esto podría tener el corte del idealismo racionalista. El arte por sí mismo carece de éste ejercicio, carece y carecerá de la comunión racional, porque su planteamiento es meramente emotivo. ¿Cuál sería entonces el paradigma? ¿Con qué tenemos que lidiar? ¿Tendremos que meternos a aprender de negocios, cifras y contabilidad?
Una realidad que no podemos negar es que “los creativos tenemos mucha ignorancia.” Toneladas de ignorancia diría yo, y me incluyo en éste grupo; por eso precisamente escogí un tema bastante espinoso y polémico para exponer y desarrollar, con el fin de empaparme de algo que estoy convencido que todo músico, incluyéndome, tiene que manejar, en el peor de los casos, de una forma superflua. Los kilos de ignorancia del negocio que llevamos, nos ha afectado y nos seguirá afectando a medida que nos cambiemos esta incómoda realidad. Ciertamente no estoy exponiendo nada nuevo, y nada que cualquier ejecutivo de una disquera importante o amateur no sepa a cabalidad. Recuerdo una plática que tuve con Álvaro Abitia , maestro de escritura de letras y de extrañamente Music Bussiness a la vez, que en ese momento estaba presidiendo Bonsái Publishing , una editora de música independiente. Le quería presentar mi banda para que obviamente me diera el visto bueno y la firmara sin mayor preámbulo, me corrigió en el aspecto básico de que una Editora no firma bandas, firma canciones. El acababa de regresar de una reunión con el presidente de Universal Music México que le comentaba que piensa que en tres año más, la industria como la conocemos va a desaparecer.
“No sabes cuántas veces les he tenido que explicar a las bandas que una editora musical no se dedica a firmar bandas, no las desarrolla, no las hace rockstars, de hecho también les he tenido que explicar que las disqueras tampoco hacen eso ya, ahora más que nunca uno tiene que ser el arquitecto de su propia empresa. Simplemente las bandas, sobre todo de rock, se han quedado con la idea de antaño de que va a venir el gran ejecutivo, el Clive Davis y el Tommy Mottola ha convertirlos en Guns n’ Roses, eso simplemente no pasa.”
Tirémonos todos a llorar y maldigamos que nuestro destino no nos hizo a pertenecer a la vieja escuela del Rock que tanto admiramos y que nos exige ahora hacer a un lado el idealismo irracional y situarnos más del lado de los bussiness. Se ha dado incontables veces que a éste desbalance de conocimientos el ejecutivo, manager, conocido del medio, A&R (llámesele como guste) quiera entrar en ventaja en negociaciones con el músico, que éste por vivir en su universo privado musical no entiende, y se encierra, se mal viaja, y termina aceptando algo que muchas veces lo encarcela a trabajar para algo con lo que él no está conforme.
La realidad de la industria y la realidad musical (¿racionalidad – irracionalidad?) siempre cambia, siempre ha cambiado y lo seguirá haciendo. Muchos hablan de que la industria está cambiando; y lo está haciendo, pero siempre lo ha hecho, y seguirá ese patrón de cambio. En su corto tiempo como industria, la música ha cambiado periódicamente, y el arte musical es por todos bien sabido de que cambia, a pasos agigantados, constantemente. Y como es bien sabido, los tiempos de cambios son tiempos de oportunidades, tanto para desarrollar tu arte como para integrarte al medio.
Ahora bien, regresando al tema en cuestión, ¿realmente el idealismo en la música será una virtud? La respuesta inmediata sería Sí, siempre y cuando éste sepa encausarse de una forma sana. Todos nosotros queremos vivir de nuestra música, de nuestro arte, y tener el dinero suficiente para no estarnos preocupando por cuestiones que consideramos triviales y dedicarnos a hacer más y mejores obras. Nos enfrentamos a una realidad propiciada por el cambio que está ocurriendo en la industria en éstos momentos, que no nos permite ni siquiera soñar con esto. Ahora más que nunca el músico tiene que tener muy en cuenta que el conocimiento pragmático de la industria tiene que ser parte de su léxico y de su diario haber porque simplemente la transformación que está viviendo en éstos momentos la industria te exige ser más dueño de ti mismo que nunca.