Monday, July 04, 2011

Música y gente


En el transitado mundo musical siempre se vienen a la mente esos grandes íconos del Rock de los años 60’s y 70’s. Personalidades como Bob Dylan, Robert Plant, John Lennon, Jim Morrison (y un largo etcétera) rememoran una época donde la magia de la música permeaba en cada disco que veía la luz y ciertamente marcaron gran parte del desarrollo musical de la segunda mitad del siglo XX en lo que respecta al género y a la música popular en general.

Es muy interesante imaginarse el tipo de personas que sigue escuchando este tipo de música. Muchos NO melómanos e ignorantes del medio piensan que la gente que gusta de la excentricidades musicales de estos artistas tienen que ser cincuentones borrachos o jóvenes cannábicos inadaptados que deambulan por los pasillos de las universidades escuchando un disco que se estrenó hace 30 años, que seguramente el papá o tío nostálgico tiene una atesorada copia en vinilo. Pero no necesariamente esa es la fórmula de siempre. Recuerdo una vez que fui a ver a Bob Dylan en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México con un amigo de Nicaragua que emocionantemente había venido exclusivamente para la ocasión, y me sorprendió ver entre el público no solamente a identificables melómanos como nosotros, sino también gente mayor de 50 años, niños, oficinistas, mujeres hermosas que más bien pareciera que se alistaron para asistir a un concierto de Wisin y Yandel y no para ver a un genio de más de 70 años.

Es muy fácil estereotipar a la gente por el tipo de música que escucha, pero no siempre nuestros conceptos son la realidad. La otra vez una chica que conocí en un bar en Managua que fácilmente podría pasar por “burguesa sigue corriente modas pasajeras pop & reggeaton”, se declaraba fan de Byork y Radiohead. Así como un compañero de apartamento en la universidad que trabajaba a sus 22 años en un banco transnacional y por las noches lo veías vestido de jeans rotos, tenis converse y  con un churro de monte en la boca y un disco de Pink Floyd en la mano; nada que ver con el muchacho que cuenta tu dinero en la ventanilla.

En el libro ¡Arde la calle! (Reservoir Books Modadori, 2010), Julio Martínez Ríos hace un recuento de las subculturas que cohabitan en la escena urbana: punk, indie, dark, trova, electrónica, cumbia, new age, salsa, metal, emo, pop, reggaetón, hip hop, patinetos, etcétera, etcétera. Nos muestra la filosofía que cada estilo conlleva, además de hacer una reflexión de cada movimiento y definirnos a sus seguidores. Muchas veces cuando estoy en el transporte público y veo a alguien con audífonos me muero de las ganas de preguntar qué es lo que está escuchando y porqué lo escucha, porqué le gusta, qué es lo que tiene de especial esa banda, cantante, “artista” para que sea digno de acompañarte en tus intervalos de traslado. Creo que soy del tipo de músico que le intriga mucho ese tipo de cosas, pero pocas o casi nunca me atrevo a preguntar.

Creo que si cuestionáramos nuestros gustos, de la misma forma que cuestionamos todo lo que nos rodea, nos daría la capacidad crítica de entender y disfrutar mejor lo que entra por nuestros oídos, ya que muchos de los que siguen a Enrique Iglesias, Lady Gaga o  Don Omar no son fans de los artistas en cuestión, son fans de lo que está de moda; y cuando estos dejen de sacar “éxitos” los abandonarán como los que abandonaron a los que desaparecieron sin dejar rastro. Creo que los que no podemos identificar con alguna subcultura urbana (s) son los que prevaleceremos a través del tiempo como los que realmente somos lo que escuchamos y entendemos que la música es el principal puente de unión entre la personas en cualquier convivencia social.

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